Desde la
creación, el "amor" ha sido clasificado como una bendición, un bello
regalo para aquel que es poseedor de él. Ese maravilloso sentimiento que parece
nacer de la nada para unir los corazones y sumergirlos en una especie de
"hechizo mágico".
Hizo una
pausa, dejando entre ver el notorio semblante de fastidio y desagrado que se
enmarcaba en su cara con la sola mención de esa desagradable palabra…
"Amor", el mayor signo de debilidad humana. Pensó. Respiró un poco
más tranquilo y prosiguió.
En la antigua
Grecia, este valioso obsequio era otorgado según la mitología griega por uno de
los dioses más importantes de ese imperio, su nombre era Eros, mejor conocido
en estos tiempos como Cupido. Así es, ese pequeño y "tierno" querubín
alado que con su arco y flechas era capaz de unir a dos corazones destinados a
estar juntos y así amarse el resto de sus vidas y… bla, bla, bla, un montón de
patrañas y estúpidas cursilerías más. Toda una sarta de artimañas y
manipulaciones que las industrias y comercios inventaron y explotaron para desfalcar
a los idiotas e ilusos mortales.
-¿Por qué sé
todo esto?.- Sonrió con amargura al momento en que maquinaba su respuesta.-
Porque yo soy el "ayudante" de ese infame, repulsivo y manipulador
ser que todos ustedes conocen como "Cupido"… y créanme, que cuando
les digo que no es ese lindo angelillo que vuela por doquier haciendo felices a
los demás es porque soy fiel testigo de que es verdad.-
-¿Quién es Cupido entonces?.- Guardó silencio
por algunos segundos.- Es el hijo primogénito de Afrodita, un dios nacido y
criado bajo las artes de los placeres y la seducción. Su misión en el universo
es la de jugar y divertirse de la forma más perversa y cruel que existe,
reuniendo todos los recursos necesarios para causar daño en los débiles y
patéticos corazones de todo aquel que él selecciona y llama como
"victimas".
-¿Qué
relación tengo con él?...- Su irritación e ira se hizo más visible con el solo
recordatorio de la unión que mantenía con aquel ser. Apretó sus puños y
quijada, la sola mención de aquello le producía nauseas.-… Fácil de responder,
soy hermano de ese mal nacido. En los primeros escritos aparezco con el
seudónimo de Anteros y sí, soy un dios y el segundo hijo de afrodita. Fui
traído a este mundo con el único fin de servir a "El gran Cupido", utilizando
mis poderes y habilidades en los mortales escogidos por ese ruin, con el único
propósito de divertirlo.
Estaba por proseguir hasta que un par de
golpes lo regresaron a su realidad. Se movió sin mucho interés del enorme
ventanal de su habitación y se encaminó hacia la puerta. Una traviesa y
juguetona sonrisa se dibujó en sus labios al contemplar a la bella y joven
doncella que había hecho acto de presencia en su alcoba y la cual mantenía su
vista en el suelo intentando no mirarle de frente.
-Joven señor,
lamento interrumpirle pero mi amo requiere de su presencia y…- No terminó de
dar su mensaje cuando JaeJoong la había callado abruptamente, tomándose la
libertad de inspeccionar su terso cuello con su boca, sintiéndose desfallecer
al estar consciente de lo que aquel dios pensaba hacerle.
-Hablas
demasiado...- Soltó fríamente pero sin perder el tono seductor.
Sonrió más ampliamente para sí al notar como
la tez de esa chiquilla se erizaba con el solo roce de su aliento sobre su piel
expuesta. Siempre era lo mismo, no había en este mundo ningún tipo de mujer
fuese mortal o no, que pudiera resistirse a sus encantos.
-“Todas son
iguales".- Pensó con infinito hastío.
Dejo de lado el cuello de la mujer para
apropiarse de sus labios. Los beso hambriento, deseoso de saciar esa imparable
sed que día con día lo consumía sin poder encontrar algún tipo de alivio, sin
embargo, nunca ocurría nada. El malestar continuaba presente, sin importar las
miles de bocas y pieles que tocara para buscar consuelo. La soltó de repente y
con molestia, notando como la joven mujer caía pesadamente al suelo después de
que está le había intentado decir que su nueva misión estaba programada. La
miró con desprecio y sin más se marchó de ahí sin importarle en lo más mínimo
si está se encontraba lesionada o no.
No tardo más que algunos cuantos minutos el
llegar hasta el gran salón principal en donde otra hermosa doncella le dio la
bienvenida. De inmediato se acercó a su lado, parecía más que encantada de
tenerle cerca y saciar todo tipo de necesidades por las que estuviese
atravesando. Estuvo tentado de salir con ella rumbo a su alcoba y saciarse de
aquella suculenta mujer, más la imagen de su hermano apareció en su mente
arruinando como siempre su deliciosa y placentera idea.
-"Maldición".- Especuló con tedio,
retirándose de encima a la chica para así terminar de llegar hasta su objetivo.
Y ahí estaba él, como siempre vigilando los
pasos que realizaban los desafortunados mortales que tiempo atrás habían sido
escogidos por su mano. Todos y cada uno de sus torpes movimientos eran
estudiados a través de un pequeño estanque.
-Vaya, hasta
que te dignas a aparecerte.- Su gruesa voz resonó en las paredes de la
habitación denotando de inmediato su enfado, cosa que en lo absoluto perturbo a
JaeJoong.
-Estoy aquí,
no.- Respondió seca e indiferentemente.- ¿Ahora qué quieres?.- Le dijo sin
mayores complicaciones, notando como esté giraba para verlo de frente. Sus ojos
bañados en ese rojo carmesí le demostraban su furia pero aun con todo y eso no
se inmuto.
-Te tengo ya
a una nueva víctima.- Sonrió con maldad.
No podía evitarlo y es que simple y
sencillamente el poder disfrutar del dolor y sufrimiento de un alma mortal
atormentada era una deliciosa sensación. Le entregó a JaeJoong un blanco
pergamino para nuevamente retirarse a su lugar favorito, aquel pequeño estanque
que tanta diversión y satisfacción le producían.
-Ahí
encontraras toda la información que necesitas para poder actuar.- Dio a
conocerle, manteniendo su atención en el agua.
Abrió los
pliegues de aquel pergamino y enseguida la vio, así que ella sería la siguiente
en la interminable lista de aquel desquiciado.
-¿Cuando
tengo que partir?.- Habló tranquilamente contemplando aun la imagen de la
chica.
-De
inmediato.- Fue la respuesta del joven Dios.- Recuerda que entre más rápido
realices tu trabajo, más rápido saldaras tu deuda conmigo y… conseguirás tu
anhelada libertad.- Rio con perversión al observar como JaeJoong llevaba
inconscientemente su mano al hombro que contenía la marca que su propio hermano
le impusiera no hace muchos siglos atrás.
-En ese caso
me marcho.- Rugió entre dientes tratando de contener su furia.
Sabía que con aquella marca en su cuerpo jamás
lograría hacerle el mayor de los daños, por esa misma razón le provocaba a
sabiendas de que nada podía hacer en su contra. Por el momento no le quedaba
otra opción que la de obedecer y esperar, esperar el momento en que por fin
fuese libre para así hacerle pagar a su hermano por tantos siglos de represión.
__________
El sol de la tarde brillaba con suavidad,
dibujando en los cielos siluetas en tonalidades violetas y naranjas. El
caluroso viento del verano soplaba con ligereza, logrando que sus largos
cabellos castaños se elevaran rozando con gracia sus sonrosadas mejillas.
Suspiró con resignación, no pudiendo creer aun que llevara tanto tiempo
escondida de tras de ese árbol si se suponía hoy sería “el gran día”. El día
que por tanto tiempo había postergado, el día en que por fin le revelaría a ese
chico lo que tanto la agobiaba.
-Vamos,
tienes que ser valiente… por lo menos una vez en tú vida.- Se animaba
inútilmente mientras continuaba contemplando de lejos a la razón de sus
tormentos. Su corazón latió con tanta brusquedad que imaginó que saldría de un
solo salto de su pecho. Se aferró con mayor fuera del tronco áspero de aquel
árbol que le servía de refugio y de pronto lo vio.
-Ahí esta
él...- Sus mejillas estaban totalmente rojas con solo verle parado vislumbrando
el atardecer. Deseó acercarse, estar a su lado y ver la llegada de la noche
juntos, pero nada… ninguna parte de su inmóvil cuerpo se dignaba a responder
las órdenes que su cerebro demandaba una y otra vez.
-Min Ho…-
Susurró con pesar al ver como uno de los profesores aparecía justo frente al
joven y este se marchaba de aquel lugar junto con él.- De nuevo perdí la
oportunidad.- Habló entristecida al saberse completamente sola en aquel lugar.
Otro día que transcurría y otra oportunidad
que era tirada a la basura, por culpa de sus absurdos miedos e inseguridades.
-Será mejor
que me marche.- Tomó su mochila y comenzó con el largo camino hacia su
departamento. No obstante, estaba tan sumergida en su plan fallido que ni
siquiera se percató de la presencia que desde hacía un buen rato la espiaba con
sigilo e insistencia.
El manto nocturno hacía su entrada triunfal en
toda la ciudad en donde las luces de las calles poco a poco iluminaban con
tenues resplandores, y el alboroto del día casi no era ya persivible.
Sus profundos ojos ahora bañados por el rojo
de la sangre vigilaban con recelo cada simple acción de aquella chica. Podía
percibir todo un torbellino de sensaciones apoderarse de ella con cada simple
respiro de su parte. Angustia, tristeza, desesperación, soledad, todas esas
emociones se amontonaban dentro de su ser ocasionando que los fuertes latidos
de su corazón llegaran a sus sensibles oídos. Sonrió arrogantemente saboreando
casi al instante su final en esta misión.
-Esto será
demasiado sencillo.- Rio con descaro mientras continuaba observándola a
distancia, notando como la castaña se tropezaba sin más cayendo en el duro
pavimento con todas sus pertenecías regadas a los alrededores.
-En verdad
que es torpe.- Amplió aún más su impersibible sonrisa al verla. No
comprendiendo muy bien como alguien así de desastroso lograba sobrevivir en un
mundo como este.
-Soy todo un
caso.- Se dijo apenada del espectáculo que acababa de hacer. Sus mejillas
estaban sonrojadas por todas las miradas que había recibido de las personas que
estaban presentes y las que para colmo le dedicaban uno que otro comentario
desagradable por haberla visto caer. Se sintió un poco más aliviada al ver a
las cercanías su departamento, agradeciendo el por fin estar sola en la
comodidad de su hogar, lejos de todos aquellos que se burlaban de su persona.
Estaba por
tomar las llaves para poder entrar cuando de pronto una extraña e inexplicable
sensación le caló los huesos. Miró el movimiento de ese enorme árbol frente a
su casa, estaba casi segura de haber visto algo pero… no, era imposible de que
realmente fuese aquello que se imaginaba. De nuevo volteó a todas direcciones y
nada, seguramente su imaginación jugaba otra vez con ella como era su
costumbre.
-Demonios,
eso estuvo cerca.- Se recriminó mentalmente mientras se ocultaba mejor sobre
las ramas de ese viejo árbol.
Por un momento le pareció haber sentido la
mirada sigilosa de Shin Hye sobre el escarlata sangre de la suya. Sonrió
levemente pasando los dedos por el contorno de sus labios al repasar a la
peculiar presa que esta vez caía en sus manos. Tal vez esta misión no
resultaría ser tan fácil como en un principio supuso pero aun así, no tendría
más remedio que cumplir con las órdenes que le habían encomendado.
Bajó ágilmente de entre las ramas al ver la
soledad de las calles, convencido de que no corría el riesgo de exponerse.
-Park Shin
Hye...- Pronunció sin ningún tipo de emoción en sus palabras el nombre de su
próxima víctima, avanzando paso a paso a la entrada de aquel departamento por
donde la castaña había ingresado.-… Después de todo, tal vez sí seas un reto
interesante.- Rio con un dejo de diversión marcado en sus labios al ver la
sombra de la joven moverse por el sitio.
Por ahora no tenía más opción que retirarse,
aun necesitaba planear todos y cada uno de sus movimientos, para que así el
macabro juego de "Cupido"… por fin diera inicio.
Continuara…
No hay comentarios: