El primer día de clases no es más un martirio
para Danna ya que es su segundo año en esta institución. Aunque los nervios
siempre estarán presentes en estas circunstancias. Como lo esperaba comparte el
mismo horario que Kim Sang Bum y el
resto de su grupo de amigos. Sin embargo en la primera hora antes de dar inicio
las clases, se presentó ante ellos un alumno nuevo. El cual fue transferido por
uno de los colegios más prestigiados de Japón. Danna no podía creer lo que
estaba viendo. Ese mismo chico era con el que tuvo ese encuentro accidentado
hace unos días. Jamás se imaginó que pudiera entrar en el mismo grado que ella,
es más ni siquiera lo observo detalladamente por la prisa que tenia de
comunicarse con su novio. Pero ese rostro era difícil de olvidar.
Kim Hyun Joong se presentó ante los quince
alumnos de segundo grado, informándoles lo que necesitaban saber sobre él.
Finalizando con una sonrisa que hizo babear a las chicas ahí presentes. Apenas
pisaba ese lugar y ya se escuchaban comentarios sobre lo "hermoso y
lindo" que era. Eso le importaba poco, sabía que tenía talento para
demostrar que lograría llegar lejos sin necesidad de una cara bonita.
Observando a todos los presentes paro la vista en seco al percatarse de alguien
familiar. La chica del accidente en su primer día en el colegio se encontraba contemplándolo
incrédula. Sonrió aún más al verla bajar la mirada al sentirse descubierta.
Kim Sang Bum rodó los ojos al escuchar al
chico nuevo y más al escuchar el escándalo que tenían sus compañeras. Observó a
Danna quien estaba con la mirada hacia su escritorio. Sonrío para si al creer
que a su chica no le importaba que tan bien parecido pudiera ser ese joven.
Pero tampoco quitaría el ojo de él. Nunca había sentido lo que en ese instante
su cuerpo le decía. Miedo a perder la popularidad que tanto esfuerzo le había
tocado tener y sobre todo, y lo más importante, el amor y cariño de su querida
Danna.
En la hora de receso Maite salió del aula
para dirigirse a la cafetería estaba hambrienta y su estómago le pedía a gritos
algo para calmarse. Al llegar observo a su alrededor esperando encontrar una
mesa vacía y para su fortuna así fue. Una estaba desocupada y se encontraba en
un rincón del lugar lejos del ruido de los estudiantes que gustosamente
charlaban sobre sus experiencias en su primer dia de clases. Tomó asiento y
segundos después apareció un joven preguntando sobre lo que deseaba pedir.
—Un jugo de naranja y rollos de huevo, por
favor —alzo la vista y se llevó una gran sorpresa al ver quién era el joven que
la atendía—. ¡Sun Woong! ¿Trabajas aquí?
—En mi tiempo libre le ayudo a mi madre. Ella
es la encargada de la cafetería —respondió alegremente—. Enseguida te traigo tu
orden.
Maite solo asintió con la cabeza y lo vio
alejarse rumbo a la cocina. Le parecía interesante el hecho de que un joven con
la apariencia que tenía él estuviera trabajando en ese lugar. También era algo
digno de admirar. Podía sentirse útil y además ayudaría a su madre en el
trabajo.
—Aquí está tu orden, ¡come bien!
—Gracias —se apresuró a probar la comida
quedando fascinada con el sabor que esta tenia.
Minutos después comenzó a llegar más gente y
las mesas se hacían escasas hasta el punto en el que ya no había disponibles
pero las personas seguían llegando. Se puso de pie para marcharse pero se
detuvo al ver a Sun Woong de un lado para otro tratando de darse basto con los
clientes. Pero por más intento que hacia las personas pedían de inmediato su
presencia.
¿Cómo pueden ser así? ¿Que no se dan cuenta
que no lo puede hacer todo? pensó Maite con sus puños cerrados. Le molestaban esta
clase de comportamiento en las personas. Se dirigió a la barra para tomar una
libreta y un lápiz y después acudió a una de las mesas pidiendo que ordenaran,
ella los atendería. Sun Woong al ver el acto de la chica sonrió agradeciéndole
con una reverencia.
—¡Muchas gracias! —dijo Sun Woong al terminar
con los pedidos y darse un momento de descanso—. Sin tu ayuda no habría
terminado a tiempo.
—No tienes que agradecerlo. Me gusta sentirme
útil de alguna manera. Vamos a clases o nos castigaran.
En la clase de danza impartida por Miyuki
todos estaban preparados para comenzar. El salón era idéntico a los que los
bailarines profesionales usan para sus prácticas, con espejos grandes casi cubriéndolo
todo. El piso especial para realizar los movimientos sin necesidad de mayor
fuerza. Todo lo indicado para una clase al nivel de los profesionales en los
que se convertirían en algún momento. Iniciaron con estiramiento y ejercicios
para calentar el cuerpo y así evitar alguna lesión. Siguieron con algunos pasos
simples, la técnica era de poco a poco. Miyuki no quería atormentarlos con coreografías
difíciles, todo seria de acuerdo al avance que presentaran.
La risa burlona de uno de los estudiantes detuvo
la práctica de los demás. Se reía de Seung Hyun por no poder realizar bien los
pasos indicados. Él se molestó y camino hacia la puerta para salir de ahí.
—Seung Hyun regresa —expresó Miyuki—. Choi
Seung Hyun te estoy diciendo que regreses—subió el tono de voz haciéndose notar
en toda el aula deteniendo por completo el andar del chico.
—Deje que se vaya, total no sabe ni cómo
mover los pies —escupió el causante de ese mal momento,
—Aquí vienen para aprender, no para burlarse
de sus compañeros. Quien desee aprender será mejor que pongan todo de su parte
porque les garantizo que no les será tan fácil como algunos lo ven. Les sugiero
que en lugar de burlarse, ayuden a lo que lo necesitan. Eso les ayudara a
ustedes también.
—Yo me ofrezco a ayudar a Seung Hyun de ahora
en adelante —expresó Yeni levantando su mano.
Seung Hyun quedo en silencio, no tenía nada
que decir, todo estaba dicho ya. A él le favorecía que alguien lo ayudara y más
aún si esa persona era Yeni. A parte, lo que la señorita Miyuki había dicho era
totalmente cierto. Aun desconocía por qué el director lo había puesto en esa
clase pero sabía que era por su bien. Él se lo había dicho en reiteradas
ocasiones. Además de darse valor para demostrarle a ese chico que se burló que
incluso podía ser mejor que él.
—Creo que el indicado para eso sería yo
—exclamó Sun Woong dejando a todos sorprendidos incluso al mismo Seung Hyun
quien vio desvanecerse su oportunidad de estar cerca a esa chica que no lograba
sacar de su mente—. Somos compañeros de habitación, si tiene alguna duda
podemos ocupar el tiempo después de clases.
—¿Qué piensas tú, Seung Hyun? —interrogó la
maestra. Necesitaban solucionar ese asunto antes de terminar la clase.
—Acepto la ayuda de Sun Woong. Tiene razón,
solo así tendremos más tiempo de practicar.
—¡Muy bien! Entonces continuemos…—el timbre
se hizo escuchar dando por finalizado el primer día de su clase—. Continuaremos
mañana. Pueden retirarse excepto tú, Seung Hyun. Necesito hablar contigo.
Seung Hyun ya con su mochila en mano se quedó
quieto observando a sus compañeros salir del aula con una mirada de asombro
ante tal petición de su maestra.
Por otro lado en la clase de baile del grupo
de segundo grado, la cual era impartida por Min Ah, fue interrumpida por una
señora no muy mayor de edad. Cualquiera diría que aún era una joven, por su
bello y bien cuidado rostro y cuerpo.
—Vengo por la señorita Maite. El director ya
dio su autorización.
Solo basto con escuchar su voz para darse
cuenta de quien se trataba… su madre. Maite abrió los ojos demasiado al saber
que estaba ahí. Giró lentamente esperando que esa voz fuera solo un espejismo
pero no era así.
—Si es así puedes retirarte, Maite —expresó
la maestra a cargo.
Ante su salida forzada Sun Woong vio su
expresión de enfado sintiéndose preocupado por ella.
—¿Que sucede, madre? ¿Por qué estás aquí?
—exigió Maite encontrándose lejos del salón.
—¿Así demuestras tu felicidad por verme? —expuso
su madre en son de gracia— Vine porque te necesito en un evento importante y no
acepto un no por respuesta. Ya está todo listo y el permiso del director ya
está dado así que no tienes excusas.
—Pero que rayos… sabes perfectamente que no
me gustan esos “eventos” que organizas. Son para gente adinerada que solo van a
malgastar el dinero como si fuera algo que se obtiene tan fácilmente.
—¡Eres igual a tu padre!
—Y me siento orgullosa de ello.
—Pues no me importa lo que opines de eso. Es
un favor que te estoy pidiendo. Solo ayúdame esta única vez ¿sí?
—Está bien —como era de esperarse esa señora
se valía de cualquier cosa para lograr lo que quería. Maite lo sabía pero aun
así terminaba cediendo siempre.
En la salida del colegio las esperaba un auto
último modelo en color negro para llevarlas al hotel en donde se hospedaba. Uno
de los más elegantes del país, por ser una persona importante en el mundo de la
moda podía darse el lujo de tener lo que quisiera.
Pasaron un par de horas en arreglarse para el
evento que preparó su madre. Que no era otra cosa más que una subasta en la
cual tenían planeado una pasarela con las prendas a ofrecer. A Maite no le
agradaba perder el tiempo en maquillajes y peinados y mucho menos en ese tipo
de fiestas.
Al iniciar dicho evento comenzaron con la
pasarela, chicas iban, chicas venían mostrando ropa de marca que se vendían al
mejor postor. La madre de Maite, la señora Isabella Scott, hija única de una de
las familias más adineradas de Estados Unidos y quien fue modelo en sus años de
juventud dejándolo a un lado para ocuparse por corto tiempo de su pequeña hija,
ahora ya mayor de edad. Está decidida a buscar un buen partido para ella sin
importar lo que opine al respecto. Ese fue el verdadero motivo por el cual la
llevo a la subasta. Presentarle un joven apuesto y acaudalado.
—Hija ven conmigo un momento —acudió la señora
Isabella hasta el lugar más escondido del salón en donde se encontraba Maite
llevándola del brazo hasta donde se encontraban dos hombres. El cabello blanquecino
delataba la edad avanzada del primero, pero aun así llevaba con buen porte el
traje de gala en color oscuro. Y el segundo un hombre joven y apuesto,
demasiado para el gusto de Maite. Alto, delgado y el rostro perfecto como si
estuviera hecho a mano y sin errores. En su mano derecha sostenía una copa de
vino tinto mientras sonreía ante la conversación que tenía con el señor—. Te
presento al Señor Lee Jung Hoon y su nieto el joven Lee Min Ho.
—¡Oh! Así que ella es la jovencita de quien
tanto me hablaba. Es muy bonita —expresó el señor Lee—. Es un placer señorita.
—El gusto es mío señor Lee
—Señor, Lee que le parece si le muestro
alguno de nuestros trajes. Estoy segura que le encantaran —todo estaba
planeado. Esa invitación fue solo una excusa para dejar a los chicos a solas y
así pudieran conocerse.
—Así que tú eres la hija de la famosa modelo
Isabella. Te pareces demasiado a ella —dijo Min Ho al estar solos.
—Gracias —respondió Maite con una sonrisa
forzada. Ese chico no le agradaba para nada y no necesitaba conocerlo, no
quería—. Creo que no tenemos algo de qué hablar así que si me disculpas yo me
retiro, estas cosas me aburren demasiado.
—¿Sabías que tu madre está planeando casarte
conmigo? —anunció el chico al ver que ella se alejaba.
Maite quedo inmóvil ante tal noticia ¿Cómo
era posible que su madre hiciera tal cosa sin siquiera informárselo? Aunque, si
así hubiera sido, era obvio que ella se negara ante semejante propuesta. Pero
aun así debió decírselo. Esa era otra de las cosas que detestaba de esa mujer,
que cuando le convenía se hacía llamar su madre, su forma tan irritante de
hacer lo que se le venía en gana sin pedir opiniones. Pero esto definitivamente
era algo imperdonable.
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