Avanzó
lentamente, permitiendo que la firmeza de sus pasos resonara con intensidad
sobre aquellas paredes rebosantes en penumbras. Algo casi tan temible como esos
extraños iris bañados por el rojo carmesí de la sangre que portaba sin
descanso, dejándole ver así a todo el que le contemplara, el aterrador infierno
que día tras día lo consumía con sádica voracidad.
Se detuvo solo
por un instante en aquel lugar, ese que por siglos le concedió la oportunidad
de observar a todas y cada una de las victimas que fueron escogidas por su
cruel mano con el transcurrir de los años. Rió mecánicamente con el simple
hecho de evocarlas.
Él había sido
testigo de infinidad de sufrimientos e innumerables lágrimas que aquellos
patéticos seres derramaron una vez el pacto que habían aceptado llevar a cabo
se viera concluido. Arrebatándoles de un solo golpe, todas las mariposas, toda
la magia y toda la falsa felicidad que por breve tiempo tuvieron el privilegio
de experimentar. Quitándoles definitivamente todo el sentido a sus inservibles
existencias.
Movió
pausadamente su brazo por el contorno del estanque de mármol, provocando que un
fluorescente resplandor en tono azuloso, emergiera desde las profundas capas de
agua. Solo fue por un breve lapso, un diminuto momento en el que esos rasgos
bestiales desaparecieron de sus pupilas para darle paso a un castaño brillante.
El mismo cálido mirar que ella había conseguido arrancar de las tinieblas en
esa sola noche en que la majestuosa melodía que interpretaba a los espíritus
del bosque, se colaba con una energía tan descomunal, que aun una eternidad, no
parecía bastar para desvanecer el recuerdo que a fuego la sellaron desde ese
entonces a su alma.
-Min Young…-
Murmuró con punzante pesar mientras admiraba detalladamente como la imagen de
la joven, empezaba a tomar forma sobre las delicadas ondas de agua. Elevó su
mano en su dirección con el anhelo de poder tocarla… de sentirla aunque se
tratase de una mera ilusión, siendo consciente de cómo su extremidad temblaba
con ligereza debido a la angustiante ansiedad de saberla tan inmensamente
lejana.- Es inútil...- Mencionó con ira, contrayendo severamente el puño que
había distorsionado la silueta de la chica, apenas y sus dedos hicieran
contacto con la liquida superficie.
-“Te amare hasta
que me duela el alma, hasta mi último aliento, y aun entonces… te juro que te
seguiré queriendo”.
Cubrió sus oídos
al escuchar aquellas lastimeras palabras taladrar despiadadamente su
subconsciente, las mismas que inevitablemente parecían haber perdido su sentido
tras la muerte tan brutal a la que Min Young había sido condenada sin siquiera
merecerlo.
Aun mantenía
demasiado presente las condiciones tan infames en las que se mantenía su cuerpo
ese desolado día en que se extinguió su vida del Mundo de los vivos. No
quedando un solo mortal excluido de la furia que tras sus estúpidos actos,
desataron catastróficamente. Exterminó a todos y cada uno de los involucrados,
viendo inscrito en sus propios rostros, el miedo, el terror y la clemencia que
Min Young seguramente experimentó en carne propia y la cual burdamente habían
ignorado aun a costa de la agonía de alguien que era inocente.
-“No pude hacer
nada por ella…”-
Fue la respuesta
que con suma impotencia JaeJoong le había comunicado mientras intentaba
inútilmente reavivarla con ayuda de sus poderes, sin embargo, todos y cada uno
de sus esfuerzos fueron completamente en vano. Las diversas heridas que abrían
palmo a palmo su piel eran considerables, sin olvidar que los golpes internos
que dañaron su sistema, fueron el catalizador de la hemorragia que velozmente
se hacía notar, impregnando la tierra con ese espeso elemento que abandonaba a
ese cascaron despojado de vida.
Tragó
pesadamente al sentir el desagradable sabor de autodestrucción acariciar su
paladar con solo revivir aquel tormentoso pasado, presintiendo claramente como
sus habilidades sobrenaturales volvían a despertar de su letargo con un poderío
aun más devastador. Sus venas palpitaron enloquecidas tras apreciar la
peligrosa adrenalina desgarrar su interior, centrándose exclusivamente en aquel
par de ojos que cual depredador, tintinearon deseosos de probar a la presa que
por largo tiempo le concedió el privilegio de respirar.
Giró su cabeza
al divisar al recién llegado, examinando cuidadosamente al sirviente que a paso
cauteloso, se aproximaba ante su persona con vanidosa sumisión. Una respetuosa
reverencia, seguida por un cordial saludo fue lo que logró oír por parte de
aquella hibrido, justo antes de hacer un cortante ademan con la mano para darle
a entender que dejara de lado todo el ridículo numerito que continuamente
degustaba llevar a cabo simplemente para fastidiarle.
-Habla de una
vez…- Empezó a decir Hyung Jun, retomando su posición en aquel peculiar
estanque.
-Tus
suposiciones eran acertadas…- Habló Yoona con el desdén a flor de piel.- Esa
miserable humana se ha convertido en algo tan primordial para JaeJoong, que
esté se niega a apartarse de su lado.- Concluyó con el orgullo herido, no
pudiendo retener la mueca de irritación que surcó sus labios al vislumbrar las sospechosas
reacciones del mayor de los dioses.
-Así que mi
pequeño hermano fue cautivado por una humana, ¿eso es lo que insinúas
decirme?.- Demandó saber el chico en tono neutral mientras aquellos imponentes
orbes se colocaban precipitadamente sobre su rostro, registrando todos los
secretos que pudiera ocultarle su ordinaria mente. Rápidamente bajo su vista
hacia el suelo, negándose a encarar el caos tan devastador que por un
santiamén, vio tatuado en ese rojizo mirar. Aguardó algunos segundos para poder
recuperar la compostura, reteniendo el aliento fuertemente para así finalizar
con el informe que tras su visita al mundo de los humanos, había recabado.
-Los
sentimientos que JaeJoong ha forjado por esa mortal están fuera de cualquier
alcance…- Mencionó la semidiós con detalle, reviviendo cada fugaz mirada, cada
tenue sonrisa y cada acción arrebata que el ayudante de Cupido, experimentaba
siempre que la castaña se mantenía en alguna extraña situación. Ratificando
nuevamente las conjeturas que anteriormente conocía.- Está decidido a
protegerla… aun a costa tuya.- Informó con rencor hacia el chico que había
escuchado todas y cada una de las palabras que habían salido torpemente de su
boca.
-Mi hermano es
tan estúpidamente predecible.- Articuló con el latigazo del veneno rebosando en
cada una de sus letras, haciendo mención al plan que por exhaustivos años,
estuvo maquinando siniestramente con un esmero terrorífico.
-Acaso tú…- Lo
señaló despectivamente.- ¿Estabas al tanto de todo lo que ocurriría una vez
JaeJoong se acercara a esa mortal?.- Indagó con amenazante suspicacia,
confirmándole con su silencio, el peso de una venganza perdida entre las
envejecidas arenas del tiempo. Pasó una mano por sus largos cabellos tratando
de digerir adecuadamente semejante locura. No concibiendo la verdad que se
ocultaba entre tanta podredumbre.- Calculaste cada paso, cada mínima acción de
su parte hasta colocarlo en ese mezquino estado de dependencia… ¡eres
despreciable!.- Alegó con cólera e indignación, no creyendo de lo que estaba
siendo testigo.
Uno tras otro,
los minutos fueron transcurriendo con agonizante lentitud. Ocasionando que un
profundo escalofrío perforara en lo más hondo de sus huesos cuando en un
sorpresivo instante, Hyung Jun liberó una hueca carcajada al aire. Por mero
instinto retrocedió unos cuantos pasos, no pudiendo controlar el apremiante
deseo de alejarse del joven dios con el solo sonido de su risa.
Soltó un suspiró
rebosante en resignación, advirtiendo en lo que esa acción significaba. Una
energía desconocida la paralizó de pies a cabeza de forma intempestiva,
imposibilitándola a escapar de las ataduras invisibles que sellaban su persona.
Transformando a sus músculos en simples hilos de marioneta que poco a poco eran
tensados con mayor severidad.
El crujir de las
extremidades se dejo sentir sumamente doloroso en cuanto Hyung Jun moviera sus
dedos cual titiritero, cortándole tajantemente la entrada del oxigeno que
requería para mantenerse despierta. Los vellos de su nuca se erizaron al
presentir su energía emanar en total desequilibrio, aumentando el pavor que
destilaba y se percibía en el ambiente al saberlo aproximarse.
-Sabes…- Inició diciendo,
tomaba sin el menor tacto la barbilla de la joven, encargándose de guiar ese bello rostro a una distancia
mucho más conveniente. Sonrío con plena satisfacción al verla en ese estado de
desesperación pura, pareciéndole saborear el exquisito sabor de la muerte que
ansiosa la aguardaba.-… La venganza es un plato que se come frío.- Le dijo el
chico con lúgubre enigma, colocando aun más fuerza a las redes que la
estrangulaban.- Lamentablemente, para mi es tan ardiente que me quema las
entrañas.- Finiquitó con un desprecio tan aplastante, que bien podía ser
considerado como el augurio de una guerra devastadora.
_____
No sabía cuántas horas llevaba ahí… ¿cuántas serían?, la verdad ya había
perdido la cuenta, aunque tampoco le afectaba mucho el conocerlo, de lo único
que estaba enteramente segura era de esa gran punzada de sufrimiento que la
recorría con ferocidad, hiriéndola una y otra vez sin tregua… sin descanso.
Apretó con firmeza los fríos barrotes que
conformaban aquel puente en el que por tantas horas había pasado ya, agradeciendo
el estar en completa soledad… como siempre lo había estado y como siempre lo
estaría.
Elevó su apagado mirar hacía ese cielo
pintado de negro que se exponía delante de sus cansadas pupilas, apreciando
como las heladas gotas de tormenta caían continuamente sobre sus cálidas y
sonrojadas mejillas. Cerró sus parpados solo por un momento, sintiendo como el
calor de sus lágrimas se mezclaba con el gélido tacto de las gotas que mojaban
su cuerpo intentando reanimarla.
-“!Aun sí el mismo infierno se interpone en
mi camino… te juro que te encontrare!.”.-
Abrió súbitamente sus ojos ante el recuerdo
de aquellas contundentes palabras. Esas que Leeteuk había jurado cumplir la
noche en que había conseguido fugarse del que se suponía era su hogar. No
obstante, la realidad que la acompañó tristemente desde niña, le confirmaron
que todas esas personas a las que tendría que llamar “familia”, jamás la verían
más allá que a una pieza estratégica en un ambicioso juego de poder. No siendo
más que un simple peón del cual disponían cruelmente para su propio beneficio.
Estrujó con mayor vigor los barrotes de metal,
permitiéndole a sus piernas ceder finalmente ante la gravedad que
incesantemente le solicitaba rendición. Colapsó con dureza hacia el asfalto
mojado, apresando sus rodillas entre sus brazos justo antes de recargar su
cabeza sobre ellas con fatiga extrema. Contuvo la apremiante necesidad de
toser, reparando en el terrible ardor con que se expandían y contraían sus
pulmones al punto del desgarre, víctimas de la tortuosa fiebre que padecía y la
cual había ignorado premeditadamente.
Una suave y melancólica risa escapó de sus
agrietados labios al evocar dentro de sus memorias, el día que había llegado a
la ciudad en donde había sido tan feliz cuando aún era pequeña y en donde cosas
tan sencillas como la inocencia y la alegría, aun se podían reflejar con suma
facilidad en la luz de su mirar. Inclusive la lluvia que caía a todo lo ancho
del infinito parecía ser la misma de hace tres años atrás, no pudiendo
controlar el escozor de las lágrimas que tras revivir aquella avalancha de
recuerdos, se deslizaban calladamente sobre sus pómulos, esforzándose porque el
escenario terminara por ser definitivamente el mismo.
Aun podía sentir el dolor de las contusiones
que habían lastimado sus pies desnudos después de haber caminado por
incontables kilómetros con el único propósito de fugarse de aquella prisión a
la que estuvo encadenada por agonizantes meses. Viéndose obligada a vagar por
las abandonadas calles con el rostro marcado en llamativos moretones y el
ferroso sabor de la sangre transitando por su garganta una vez se atreviera a
poner el primer pie fuera de ese mundo bañado en penumbras en el que Leeteuk la
enclaustró. Recibiendo así, las miradas y murmuraciones perversas de las
personas que se topaban en su andar como si se tratase de un horripilante
fenómeno de circo.
Deslizó su vista hacía la ropa que con
insistencia se adhería a su cuerpo, haciendo que la amarga sonrisa que surcaba
su boca fuese aun más desconsolada. Mordió su labio inferior queriendo retener
el enorme impulso que quemaba su pecho por gritar a los cuatro vientos lo duro
que había sido sobrevivir en un sitio en donde todo el que la rodeaba se
empeñaba desesperadamente en hacerla desaparecer.
Se abrazó a sí misma en busca de un solo
gramo de compasión que estuviera dispuesto a permanecer a consigo, simulando
revivir aquel instante en el que completamente destruida tanto anímica como
físicamente, había terminado es ese mismo puente, deteniendo con sus
extremidades entumecidas y rígidas por el frío que inundaba las avenidas, los
precarios retazos de tela a la que había sido reducida su vestimenta una vez
tuviese que enfrentarse al brutal agredió de su primo para así alcanzar su
invaluable libertad.
Los primeros meses habían sido los más
difíciles, los más oscuros. Siendo Jung Min y Young Saeng, el tibio rayo
de esperanza que grácilmente había entrado a su vida para brindarle una
diminuta ráfaga de dicha y felicidad.
Ambos habían reemplazado su gris
universo decorado con tinieblas, por una fantástica gama de colores que de
nuevo la había incitado a sonreír, soñar y disfrutar de los dulces momentos que
injustamente le fueron arrebatados. Tomándose el atrevimiento de construir su prospecto
de vida con aquellas mágicas ilusiones que exclusivamente había visto en los
cuentos de hadas. Esos relatos rebosantes en fantasía, en donde las familias
eran dichosas pese a los cientos de obstáculos y dificultades diversas que se
presentaban en su camino. Siendo el amor de ese “príncipe encantador”, la
recompensa más sublime que podía existir.
En poco tiempo logró prefabricar
una realidad totalmente opuesta a la suya. Una en donde considerarse como
huérfana era más fácil y menos inhumano, no costándole demasiado creer en su
propia mentira.
Los siguientes años se alimentó
con falsos sueños que flotaban solo en su cabeza, conformándose meramente con
ver en la lejanía a ese chico perfecto con quien aspiraba darle una continuidad
al peculiar guión que había escrito. Descubriendo en Lee Min Ho, el espejismo
de todas esas utópicas idealizaciones que su cerebro creó para salvaguardar su propia
cordura. Sin embargo, había bastado con que ese arrogante joven de profundos
ojos surgiera en su surrealista vida, para que los castillos que había forjado
entre nubes de color rosado, se vinieran a pique. Haciendo explotar de tajo, la
burbuja que había puesto para protegerse de todo el exterior.
Tocó su pecho con una de sus húmedas manos,
percibiendo con congoja como su enloquecido corazón, aumentaba impetuosamente
su palpitar con solo pensar en el portador de aquellos extraños y misteriosos
orbes.
-No lo hagas, por favor no lo hagas.- Repetía
incesante entre los sollozos que bajo el retumbar de la lluvia, se dejaban
apreciar tan frágiles como lo estaba su lacerada alma.
Hundió aun más su cabeza entre
sus rodillas, negándose a prestarle atención a las explicaciones que su
interior trataba de decirle y las cuales obstinadamente prefería ignorar.
-Solo basto pensar en él para que
reaccionaras de esta forma, ¿cierto?.- Cuestionó con angustia hacía ese
atolondrado órgano suyo, no estando dispuesta a aceptar la verdad que tras
vencer varias pruebas, finalmente le había dado alcance.
Lentamente intentó ponerse de
pie, comenzando a sentir con rapidez, los estragos de la fiebre que a niveles
agigantados se incrementaba. Se sostuvo de la barandilla de hierro con la
intención de retirarse, sorprendiéndole el trabajo que le costaba a sus piernas
el empezar siquiera a moverse. Dio unos cuantos pasos hacía ese desolado
escenario que se exponía delante de ella, resoplando entre sus tímpanos las
toscas exhalaciones con las que se contraían sus pulmones.
-¡Maldita sea..!.- Lanzó
entrecortadamente mientras contraía la mirada para poder enfocar a la castaña
que se perdía entre la inmensidad de la lluvia.- ¡¿Acaso eres idiota?!... ¡solo
obsérvate, apenas y puedes estar de pie!.- Gruñó con suma molestia al ver las
malas condiciones en las que se mantenía Shin Hye después de haber estado
expuesta bajo la imparable tormenta que golpeaba la ciudad.
Se detuvo repentinamente al
percibir aquella voz acariciar sus oídos con la petulancia innatas que él y
solo él era capaz de destilar con su simple respirar. Viró sobresaltada a sus
espaldas, encontrándose con la imponente silueta del ojionix, esa que combinada
con la perpetua oscuridad de los alrededores, lo hacían lucir como una
devastadora y mitológica criatura sacada
del país de las pesadillas. Su pecho se movía agitado, delatando la larga
carrera que había emprendido en su búsqueda, haciendo que los pliegues de su
ropa se fusionaran con mayor notoriedad a su cuerpo.
-JaeJoong…- Enunció
involuntariamente el nombre que sin descanso atacaba a sus pensamientos, infiltrándose
cual maldición. Como toda una enfermedad que agredía sin compasión a cada una
de sus células, dejándola sin armas que le ayudaran a defenderse. Incitando a
su corazón a latir al ritmo de un desconocido sentimiento, uno que nunca antes
había tenido la oportunidad de experimentar o al menos definir.
Un sutil temblor la inundó desde
los pies a la cabeza al verlo en aquel lugar que tantos dolorosos recuerdos
tenía impregnados. Apreciando con vehemente claridad el furioso recorrer de
electricidad quemarle cada palmo de su piel, centrándose duramente en la boca
del estómago. Creando la ilusión de que cientos y miles de mariposas agitaban vigorosas
sus tersas alas, desencadenando sensaciones que desde luego superaban cualquier
espejismo o falsa realidad que su inocente mente pudiera idealizar.
-¿Qué pasa?- Indagó sin demoras.
-A partir de este día...- Empezó
a mascullar en cuanto JaeJoong intentara posar una de sus manos sobre su
hombro, frenando todos sus intentos por aproximarse a la castaña.
Sin explicación aparente sus piernas
retrocedieron unos cuantos metros en la distancia, enfatizando letra por letra,
lo que le pedía al chico obedeciera sin reparos ni condiciones.
-… doy por terminado el pacto
entre nosotros, así que te exijo… nunca más vuelvas a estar cerca de mí, ¿te
quedó claro?.- Le dijo con honda determinación, al tiempo en que las lágrimas
descendían por su cara con mayor pesar que antes.
-Si mientes o dices la verdad no
es algo que me importe…- Contraatacó con naturalidad, mandando al demonio en un
santiamén la petición que Shin Hye solicitaba respetara.
Alejó sus pupilas chocolate de los restos de
escombro y porquería que cubría el pavimento, posándola con nerviosismo sobre
el hipnotizante azabache del joven, en busca de algo que no comprendía y aun
así, estaba completamente segura que lo descubriría en el brillo de aquellos
ojos que le cortaban el aliento.
-Escucha con atención porque lo
repetiré todas las veces que sea necesario para que lo entiendas, pequeña
torpe…- Mencionó con aquella devastadora sonrisa adornar sus labios, rompiendo
segundo a segundo, los pocos metros que Shin Hye había colocado como escudo en
su intento de apartarlo. Rio con gracia para sus adentros. Por más que él mismo
se empeñara en hacerlo, era demasiado tarde. Lo que esa niña mortal había hecho
consigo… era absolutamente irreversible.
-¡Basta!, ¡no quiero escucharte,
no lo hare!.- Habló desesperada mientras daba media vuelta, ordenándole a su
cerebro despertara de una vez por todas del trance en el que se había
estacionado aun en contra de su voluntad.
Sin embargo, no había podido caminar más allá
de dos cortos pasos cuando en un total e inesperado movimiento, JaeJoong haló
con fuerza de uno de sus brazos, impidiéndole evadir la verdad que aun en
contra de su propio mundo y de todas las funestas secuelas que su elección
desataría, había aceptado afrontar.
-… Aun sí el cielo se parte y cae
a pedazos, jamás me alejare de tú lado.- Musitó muy cerca de su oído para que
pudiera oír la sinceridad de las palabras que se apagaban con el rugir de los
cielos.
Por su parte, Shin Hye se removió exaltada
entre aquella cálida y reconfortante prisión que le prohibía escapar de su
nueva y contundente realidad. Esa que sin notarlo, había comenzado a necesitar
desde esa mañana en que el destino la había puesto de frente con JaeJoong.
-¡Suéltame!.- Le dijo entre
forcejeos inútiles.
-¡Maldita sea, admítelo!.- Lanzó
enérgico como un desafío voraz, estrujando los puños que la castaña había
empleado para agredirle.- ¡Admite que te has enamorado de mí!.- Vociferó cual
disparo a quema ropa, paralizando por entero a los demás músculos que aun
quisieran seguir riñendo en su contra.
-Es-estas equivocado.- Contestó
entre tartamudeos incoherentes tras largos minutos de mutismo. Retiró su vista
de aquel oscuro iris que le analizaba ásperamente, intuyendo a su alma
desquebrajarse en incontables pedazos.
-Como quieras…- Enunció con plana
seriedad. Liberó las extremidades que anteriormente estaba sujetando, causado
un inexplicable malestar en Shin Hye, una vez se alejara a una distancia
considerable con la intención de marcharse.
Solo cuando lo vio partir fue que
lo comprendió. Ni siquiera fue consiente cuando sus piernas comenzaron a
desplazarse más y más rápido haciéndola correr pese a los elevados grados que
amenazaban con hacerla colapsar. Meramente quería que se detuviera y que
desechara la idea de dejarla en el olvido. Lo necesitaba… lo amaba tanto como
el aire que se requería para la vida.
-Por favor…- Le dijo Shin Hye al
llegar hasta donde JaeJoong estaba detenido, aferrándose con cada fibra de su
ser a aquel chico que hacía latir a su corazón con la más tenue de sus
sonrisas.-...Quédate conmigo.- Pidió encarecidamente justo antes de asaltar los
labios que cual ladrón furtivo, proclamaría como suyos en la quietud de esa
hermosa noche.
Pausadamente fue subiendo sus
brazos a los costados del ojinegro, permitiéndole por primera vez a sus
sentimientos, fuesen ellos los que tomaran el rumbo que consideraran correcto.
Cerró sus parpados, olvidando por un instante que ambos aun estaban expuestos
bajo la inclemencia del tiempo. Sonrió con un dejo de ternura ante semejante
situación. Ya que había dejado de percibir todos los sonidos y penurias a su
alrededor, concentrándose exclusivamente en esa embelesante melodía que cual
sinfonía… tocaba solo para ella, aquel perfecto guardián de las tinieblas.
Ahora lo sabía, el amor era ese
maravilloso sentimiento que surgía de la nada. Dejando de lado los “Te quiero”
engañosos y los “Te amo” disfrazados con traición. Requiriendo solo de una
mirada para poder leer el secreto que resguardaba en las profundas capas del
silencio.
-“Antes de verte herida… soy
capaz de sacrificar todo lo que tengo, solo para protegerte”.-
Continuara…
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