Las gotas de
lluvia caían una tras otra sobre el frío asfalto de las calles, dejándose
escuchar tenues, relajantes y llenas de gracia. Detuvo sus pasos por unos
segundos, permitiéndose así mismo el contemplar a la peculiar pasajera que
ajena a sus intenciones, continuaba aun inconsciente sobre su espalda.
-“Por favor…
quédate conmigo”.-
Rememoró
aquella dulce petición que tan solo algunos minutos atrás, fuese pronunciada
por su adormilada tripulante. No pudiendo ocultar las vertiginosas emociones
que la pequeña castaña había desatado en su ser con tan solo cuatro sencillas
palabras.
Una ligera sonrisa surcó sus labios al ver el
estado de relajación perpetua que Shin Hye emanaba aun con los altos grados de
fiebre mermando su salud. Perdiéndose por entero en esos cálidos sentimientos
que ignoraba, existieran en un alma tan corrompida como la suya. Sin embargo,
aquella ordinaria mortal que retenía entre sus brazos, le demostraron que aun
en la oscuridad más abominable, más temida… se podía hallar el embriagante
sabor de la felicidad.
Giró su cabeza echando de nuevo un vistazo a
su costado, perdiéndose por entero en la imagen que deseaba, se grabara
indefinidamente en lo más recóndito de sus pupilas. Las invisibles gotas de
rocío se habían impregnado en los contornos de su rostro, haciendo que
diminutos resplandores irradiaran su tez de forma hipnotizante. Sus tersas
mejillas se mantenían fieramente sonrojadas, ocasionando que su mágica aura de
inocencia se hiciese prácticamente palpable. Sumergiéndolo en un peligroso
hechizo del que desafortunadamente ya era imposible el poder liberarse.
Tragó con violenta pesadez, viéndose en la
necesidad de retirar su vista de la castaña de manera precipitada. Su
respiración se tornó entrecortada, esforzándose levemente por mantener sosegado
el arrasador tornado de electricidad que quemaba desde la punta de sus dedos
hasta lo más hondo de sus entrañas.
Podía sentir sus acompasadas inhalaciones
acariciar las fibras de su piel al tiempo en que soltaba y retenía el aire
atrapado en sus pulmones. Ocasionando que los latidos de su corazón tomaran el
mismo ritmo de aquel que zumbaba apasionado e impetuoso en la punta de sus
oídos. Mientras la tibia candidez que desprendía cada una de sus células se
entremezclaba con la propia, dando origen a una energía completamente nueva,
sublime y desconocida. Presionó con mayor intensidad las manos que sujetaban
las extremidades de Shin Hye, impulsando involuntariamente el cuerpo de la
chica aun más próximo al suyo.
-Nunca nadie,
conseguirá apartarme de tu lado… te lo prometo.- Manifestó con su acostumbrada
lánguida expresión, restándole importancia a la poca conciencia de la joven,
después de todo, sabía que ella percibiría el significado tan profundo que se
ocultaba en aquellas escasas letras.
Aumentó su paso una vez finalizara su
monologó, tomándole solamente unos cuantos metros para de esa forma llegar al
departamento que desde algún tiempo ambos compartían. Estaba por acortar la
distancia que le separaba de la entrada, no obstante, una conocida presencia se
registró con premura en los alrededores, frenando así todas sus intenciones de
continuar. De inmediato su iris se tiñó de un amenazante escarlata, estando
dispuesto a atacar al intruso si la seguridad de la castaña se veía
perjudicada.
-¿Qué haces
aquí?.- Arremetió sin miramientos JaeJoong, desvaneciendo ágilmente su poder
una vez reconociera la silueta de Park Jung Min postrada bajo la inclemencia de
la gélida tormenta. Lo analizó de pies a cabeza con la acidez del desdén
destilando por sus poros, obteniendo una reciprocidad casi escalofriante por
parte del chico que retadoramente sostenía su mirada.
-¡Que le
hiciste a Shin Hye!.- Soltó con furia desgarradora, ignorando magistralmente el
cuestionamiento que el joven dios exigía respondiera. Colocó su atención en el
mediano bulto que aquel tipo retenía consigo celosamente, notando como Shin Hye
se mantenía fuera de cualquier entorno. Deseó aproximarse, estar cerca de ella
y corroborar por sí mismo que estaba sana y salva, aun así, el menor de los
dioses paralizó a todos y cada uno de sus músculos sobre el duro pavimento
impidiéndole avanzar.
-No importa
lo que hagas, sufras o padezcas…- Empezó a decir JaeJoong con cruel desazón,
disminuyendo gradualmente la trayectoria que les distanciaba. Clavó sus pupilas
azabaches sobre el almendrado de él, haciendo que cada una de las palabras que
salían de su boca tuviese un efecto catastrófico.-… Ella jamás corresponderá a
tus patéticos sentimientos.- Lanzó con rudeza el peso de una verdad que por
tres agotadores años, Jung Min se negó a reconocer por muy innegable que fuese
la realidad que aun ahora parecía abofetearlo para hacerlo reaccionar.
-Estoy
consciente de ello...- Respondió con amargo pesar, dejando que los confines de
su cara fuesen desencajados por una afligida sonrisa.-… Aun así, lo que siento
por ella es tan grande, tan profundo… que el solo hecho de saberle cerca me
permite ser feliz y continuar.- Guardó silencio por breves segundos. Respiró
profundo y volvió a reír desconsolado.
-Estuve ahí
cuando se sentía triste… estuve ahí cuando comenzó a abrirse después de la
terrible vida que con esfuerzo aprendió a sobrellevar como solo un mal
recuerdo.- Cerró sus puños con la ira que circulaba incontrolada entre sus
venas.- Estuve ahí para ver sus primeras sonrisas y estuve también ahí cuando
tú entraste en nuestro mundo haciéndolo colapsar.- Mencionó con el deseo de
dañarle de cualquiera de las formas existentes.
Por su parte, JaeJoong permaneció en completo
mutismo. Pareciendo digerir con remordimiento, todas y cada una de las
explicaciones que Jung Min le había comunicado. Después de todo, hacia lo
correcto al desconfiar de él. Ya que al igual que el desquiciado primo de la
chica, también había ido en su búsqueda con el único fin de destruirle.
-Te
equivocas…- Se escuchó decir con un cansancio devastador. Contestando en un
santiamén, las inquietudes que taladraban el subconsciente de JaeJoong.
Ambos jóvenes rastrearon a la persona que con
fatiga, intentaba erguirse frente a ellos. Topándose con la castaña que por
primera vez, cogía en mano la batuta que regía aquella extraña discusión.
-Shin Hye…-
Enunció su nombre con amena añoranza.
La estudió con detenimiento, reparando en el
impresionante resplandor que adquirían sus orbes meramente por vislumbrar al
chico que la acompañaba. Un punzante nudo se instaló en su garganta
imposibilitándole respirar con naturalidad, lastimándole ver por cuenta propia,
que aun pese haber estado en los momentos más agridulces, Shin Hye nunca lo
observaría con aquella devoción con la que veía a quien había conocido hace
solo algunas semanas atrás.
-¿Por qué
demonios defiendes a este sujeto?, ¡Porqué!.- Demandó le explicara cuanto
antes.
Sus emociones se sacudían una contra otra,
acumulándose caóticamente dentro de su alma, desmoronando en miles de pedazos a
su intranquilo corazón.
-¡Solo mira
las condiciones en las que te encuentras!... ¡Y todo es culpa suya, solo
suya!.- Señaló despectivamente a JaeJoong, elevando el tono de su voz.
-¡Basta!.-
Vociferó con las escasas energías que aun lograban tener a sus piernas
posicionadas con firmeza. Caminó con lentitud hacía el lugar en donde Jung Min
aguardaba, esperando comprendiera lo que su interior anhelaba gritar a los
cuatro vientos.
-Desde que
mis ojos se abrieron a este mundo he sido sumergida sin piedad en una
monstruosa oscuridad…- Le dijo con penosa melancolía, evocando una vez más
aquellos inhumanos momentos que junto a Leeteuk y su propio padre, aprendió a
sobrellevar como algo habitual en su prefabricada existencia.-… No obstante…-
Viró en la dirección en donde se ubicaba JaeJoong, eliminando así cualquier
pizca de desolación que se aferrara en seguir hiriéndola.-… Con el solo hecho
de sentirlo a mi lado, la oscuridad que me rodea deja de tornarse triste, para
convertirse en algo…- Contrajo los parpados al ver su visión panorámica
obstruida, alcanzando a contemplar solamente manchones distorsionados.-… en
algo simplemente hermoso.- Murmuró con pausa justo antes de perder el
conocimiento. Siendo el menor de los dioses el primero en reaccionar.
Park Jung Min continuó en su puesto,
afianzando sus extremidades al concreto como una acción desesperada para no
mostrarse débil ante aquel que denotando preocupación extrema, sostenía a Shin
Hye entre su regazo de manera protectora. Una rebelde lágrima escapó de la
prisión que insistente se empeñaba en construir, haciendo que sus mejillas se
matizaran con aquel deprimente color del abandono. Subió una de sus manos a la
altura de su pecho, a ese sitio que agonizante, palpitaba a un ritmo que de
ahora en adelante, dejaba de tener cualquier sentido.
-No mereces
el amor de un ser tan maravilloso como Shin Hye y lo sabes… ¿cierto?.-
Cuestionó con severidad, no obteniendo mas contestación por parte del chico,
que no fuese la desagradable tensión que fácilmente podía percibirse en el
ambiente. Aun así, no era requerida alguna respuesta por parte suya, su
silencio podía decirle más cosas que cientos de palabra huecas dichas con
convicción.
Recorrió el sendero que le llevaría a la
salida. Esperando a que los eventos vividos esa fatídica noche, se mantuvieran
enterrados en lo más lejano de su mente, en un sitio tan oculto y secreto, que
hasta él mismo, le sería imposible el volver a recordarlos.
-Aun si el
destino optara por alejarme...– Inició diciendo JaeJoong con aquella expresión
carente de emociones que por siempre lo caracterizaría, frenando los intentos
de Jung Min de continuar avanzando. Solicitándole con esa acción, le escuchara
con claridad.-…Solo por ella, sería capaz de doblegar la voluntad del mismo
destino.- Concluyó con plana tranquilidad mientras impulsaba el adormecido
cuerpo de la castaña de nueva cuenta a su espalda, tomándola con toda la
delicadeza que un ser tan sombrío como él podía permitirse tener.
Los divisó adentrarse en el interior de
aquellas cuatro paredes. Degustando el agrio sabor de la verdad que delante de
sus ojos se exponía con toda su magnificencia. Rechazando la idea de que
realmente aquel misterioso chico cubierto por las sombras de la noche, fuese el
ganador de una guerra que desgraciadamente, había perdido aun antes de siquiera
empezar a combatir.
__________
Vigiló su sueño por incontables horas,
examinando en repetidas ocasiones que tanto su temperatura y respirar
regresaran a la normalidad. Tomó asiento cerca de la amplia cama, sorprendiéndole
el hecho de que esa indefensa humana, lo turbara aun en esas insólitas
circunstancias. Acarició con ternura la suavidad de sus labios, no pudiendo
refrenar el inminente deseo por tocarla, sentirla y protegerla.
Dulce y delicado. Solo un inocente roce que
bastó para apaciguar los demonios que día con día se encargaban de devorarlo.
Recargó su frente junto a la suya, percibiendo su embriagante aroma adentrarse
por cada uno de sus poros. Atrapándolo, seduciéndolo más y más en esa trampa de
sensaciones que había aprendido a degustar.
- Mientras tú
puedas volver a volar... no importara que mis alas sean las que se destruyan.-
Susurró con quietud cerca de su oído. Haciendo de alguna manera referencia, al
terrible pronostico que muy pronto se desataría con devastadora furia sobre sus
cabezas.
__________
Su andar era torpe y descuidado, ganándose el
enojo de varios de los estudiantes que tras su estado vacilante, fueron
agredidos. Se recriminó mentalmente para retomar su compostura, sin embargo,
solamente bastaba con cerrar sus ojos para que aquella contundente frase
resonara dentro de su cabeza en un eco persistente e incesante.
-“A partir de
ahora… eres mi mujer”.-
Deliberó con
una rotunda espontaneidad el portador de aquellas pupilas color sangre, una vez
entraran en los territorios escolares, dejándola en un esperado estado de
ofuscación total. Una risueña mueca de felicidad se dibujó sobre sus labios,
agradándole el hecho de que JaeJoong la hubiese escogido a ella, como el ser
destinado para continuar a su lado.
Estaba por cruzar uno de los pasillos del
instituto cuando una peculiar conversación capturó su curiosidad. Borrando de
tajo toda la paz, felicidad y dicha que pudiese haber experimentado. Dejando en
su lugar el pavor, la desesperación y la agonía latente.
Su cuerpo se sacudió en débiles espasmos,
teniendo que recurrir a la pared más próxima para que sus rodillas no se
flexionaran entre sí, haciéndola caer con dureza sobre las sucias baldosas.
-Dicen que su
estado es crítico, al parecer YooChun sa bom nim fue víctima de varios
asaltantes…- Oyó decir a uno de los estudiantes mientras la expresión de su
rostro testificaba su comentario.
-Se rumora
que fue localizado en un terreno baldío con innumerables contusiones, fracturas
y heridas de gravedad.- Habló otro de los jóvenes que ajeno a lo que producía
en la chica, se mantenía vociferando sin inconveniente.
Cubrió su boca con ambas manos, ahogando en lo
más hondo de su garganta aquel quejido de pesar que escoriaba su mirada en
tibias lágrimas de lamentación. Conociendo a una sola persona capaz de producir
tanto sufrimiento sin tener el menor atisbo de remordimiento tras efectuar sus
actos.
-LeeTeuk…-
Salió
presurosa, pasando de largo los reclamos de los tutores que enfadados, le
solicitaban retomara sus deberes en su respectiva aula. Aun así, era
imprescindible el tener más información sobre la salud del joven profesor, que
sin dudarlo, había arriesgado su vida solo para defenderla del ascendió de su
obsesivo primo.
-¡Detente!…-
Demandó aquella voz tan familiar, obligándola a obedecer al tiempo en que
contraía su mano derecha sobre el antebrazo de Shin Hye, impidiéndole hacer
algún movimiento que no fuese el que deseara.
Levemente retiró su vista de aquella que le
observaba casi con reproche, rechazando el contacto que Min Ho le proporcionaba
en su intento por acercarse.
-¿Por qué me
evitas?.- Inquirió de forma demandante pero a la vez sosegada. Analizando con
ahínco las reacciones que la castaña mostraba, siendo indiscutiblemente
opuestas a esas que desde el primer día le distinguió. Su común sonrojo y
nerviosismo se habían esfumado definitivamente, hallando solo un puñado de
incomodidad combinado con áspero desazón.
-Tengo que
irme.- Mencionó sin siquiera encarar su mirar.
-¡Dime que es
lo que ocurre!.- Lanzó con desesperación mientras impedía su escape en huída.
Tomó ambos lados de su rostro con la consternación prácticamente palpable,
bastándole un solo segundo, un solo instante, para hallar la respuesta que tan
fervientemente, Shin Hye trataba de esconder por temor a dañarle.
-Lo siento…-
Articuló entre débiles sollozos que parecían brotar instintivamente.
Sujetó las cálidas manos que con anterioridad
se empeñaban en inmovilizarla. Retrocediendo poco a poco, aumentando
continuamente la distancia que cual abismo, se crearía una vez la castaña diera
el último paso decisivo.
Una brisa de aire golpeó los alrededores,
haciendo que las ramas de los árboles se meciesen con una relajante melodía. El
mismo que cual confidente, resguardaría el secreto, que era imposible el seguir
escondiéndole al mundo.
-Yo te amo…-
Murmuró Min Ho al darle alcance, abrazándola a su regazo para que percibiera la
sinceridad de aquellas palabras que por vez primera, eran dichas con el mismo
ímpetu con el que se había grabado su nombre en su sangre, cuerpo y alma.
El sonido del metal se dejó apreciar grácil
una vez el colgante en forma de alas de mariposa que llevaba consigo, tocara el
piso precipitadamente. Sus enrojecidas pupilas adquirieron rasgos bestiales,
estando dispuesto a exterminar a la marioneta que por semanas, manipuló a su
entero beneficio. No obstante, justo antes de cometer cualquier acción en su
contra, fue que logró notarlo…
Los hilos que
sometían a Lee Min Ho ya no estaban… habían desaparecido.
-Esto no
puede ser posible…- Apenas pudo articular debido a la impresión de lo que
aquello significaba. No teniendo más opciones que pudiesen justificar lo que
estaba aconteciendo.
Ese mortal que tanto detestaba… realmente se
había dejado cautivar por la pequeña Shin Hye.
Continuara…
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