A escasos días de comenzar las clases, Gina y
Verónica tomaban algo de aire fresco, sentadas en una banca del jardín,
admiraban ese árbol que tanto llamaba su atención.
Estaban tan hundidas en sus propios
pensamientos que no se percataban que alguien las observaba detalladamente
desde la banca siguiente. Un joven de mirada tímida había llegado antes que
ellas, al verlas pasar frente a él, quedo hipnotizado por el rostro infantil y
dulce de Gina, no perdía ni un segundo de vista a esa hermosa chica, solo
cuando ella desviaba su vista hacia donde se encontraba, el solo sentir su
mirada le hacía ponerse nervioso, y rápidamente bajaba la cabeza hacia el libro
que traía en sus manos.
Heo Young Saeng, el chico nerd del grupo de
segundo grado, al cual todos sus compañeros buscaban solo para que les hiciera
las tareas, no contaba con amigos y parecía no necesitarlos, la soledad era
algo que disfrutaba, adoraba estar solo para avanzar los temas escolares, o
leer libros sobre romanticismo y poesía, pero había algo amaba más que todo lo
anterior, tocar el piano, los sonidos emitidos por ese instrumento, eran
relajantes para su alma.
Pese a ser hijo de unos de los músicos más
famosos de Corea, deseaba ser reconocido por sus logros personales, por ello se
inscribió en el instituto el año pasado y desde entonces se esmera para lograr
las mejores notas posibles, algo que para nada se le complica, aunque eso
traiga consigo burlas y bromas de sus compañeros.
Sin embargo, este año parecía comenzarlo con
el pie derecho, justo el día que llego conoció a la persona indicada para
convertirse en su musa, esa que tanto esperaba, pero, esa chica parecía algo
lejana, al parecer era nueva y sería difícil encontrar la ocasión perfecta para
conversar, pero lo era aún más sabiendo lo torpe que podía ser si estuviera a
solo centímetros de él.
No obstante, no solo Young Saeng quedo
hipnotizado por Regina a escasos metros de ellos se acercaba un grupo de tres
chicos vestidos elegantemente, entre ellos Jung Il Woo, el líder, hijo único,
proveniente de una familia adinerada, con joyerías alrededor del mundo.
Su sueño por así decirlo es ser un famoso
actor, llevando la contra a lo que sus padres esperan de él, desde que se
inscribió en la academia, lo tomo más en serio, y se esfuerza en ello, aunque
este en el grupo de los populares, su arrogancia logra que sus amistades no
sean duraderas, además de ser conocido como el chico casanova, con solo un
chasquear de dedos tenia a la chica que deseara a su lado, ellas caían rendidas
a sus pies sin oponer objeción alguna.
Pero al parecer ese día el cazador había sido
casado, ver la sonrisa en el rostro joven y tierno de Gina, lo hizo sentir como
nunca antes, sus manos comenzaron a sudar y las piernas a temblarle, pero no le
convenía que sus amigos se dieran cuenta, total, estaba al tanto de lo que sus
encantos provocaban en las mujeres y ella no sería la excepción o eso esperaba.
-¿Y ahora quien será tu presa, cazador?-
cuestiono uno de sus acompañantes
-La estoy viendo justo ahora- se encamino
hacia esas dos chicas
-¡Oh! No me digas que es… ella es la chica de
Jaejoong, si te le acercas un poco es capaz de- trataba de detenerle el paso,
pero había sido demasiado tarde
-¡Hola! Son nuevas ¿verdad?- Il Woo inicio la
conversación estando frente a ellas
-Sí, así es- respondió Gina sonrojada al ver
el rostro perfecto de ese chico y más aún cuando este les regalo una sonrisa
conquistadora
-Ahí viene Jaejoong- susurro uno de sus
amigos en el oído del chico
-Sean bienvenidas, nos veremos cuando inicien
las clases- se despidió rápidamente, era mejor evitar enfrentamientos antes de comenzar
con su plan de conquista.
Después de tantas horas por fin Miyuki piso
suelo Surcoreano, la ciudad había cambiado mucho desde la última vez que estuvo
ahí, sentía su corazón acelerarse a cada paso que daba, mientras, su mente la
llevaba a un viaje por su pasado.
Ese pequeño que le ayudo en el lago se había
vuelto su mejor amigo, el único, en él podía confiar absolutamente lo que
fuera, aunque desconocía la razón, se sentía feliz a su lado, por su parte el
infante demostraba el mismo cariño hacia ella, día a día durante dos años, salían
a jugar frente a ese lago, el cual se había vuelto su patio de juegos, pero no
solo momentos felices compartían ahí, también los momentos tristes, el llanto y
el dolor muchas veces estuvieron presentes en ese lugar, los oídos de Jung Soo
estaban cada vez que Miyuki los necesitara, cada vez que su abuela no perdía la
oportunidad de echarle en cara su genética, desquitaba su coraje con la
pequeña, ese sentimiento que tenía al saber que su hijo favorito se unió a una
mujer que era madre soltera, por esa razón no soportaba a la hija de dicha
persona, su abuelo por su parte no ayudaba mucho, siempre terminaba por ceder a
los caprichos de ella, pero gracias a ese buen hombre que se hizo cargo de la
niña y de su madre y por quien estaba perdidamente enamorado, un amor sincero y
puro y que pese a las exigencias de su madre logro vivirlo al máximo el tiempo
que pudo.
-¿Porque lloras Miyuki?, Sabes que no me
gusta verte así- interrogo el pequeño Jung Soo al ver a la niña de rodillas
frente al lago, con la cabeza hacia el suelo, y sus ojos hinchados de tantas
lagrimas que había derramado, verla así le partía el corazón, aunque no
comprendiera el significado de dicho sentimiento.
-La señora Young…- respondía la pequeña entre
sollozos
-¿De nuevo la directora? No entiendo porque
hace eso si tú eres su nieta, pero ya no llores por favor- se apresuró a
rodearla con sus brazos intentando ayudarla a calmarse.
Un suspiro la regreso a la realidad, por más
que pasara el tiempo, sabía perfectamente que no lograría olvidar a ese chico,
pero, ¿y él? ¿Tendrá siempre presente esos recuerdos? O, ¿ya se olvidó de todo?
Eran tantas las incógnitas a su alrededor que de solo pensarlo hacia que su
cabeza doliera.
Se dispuso a dirigirse a su nuevo
departamento en la ciudad, Luang se había encargado de conseguirlo para ella
especialmente, como siempre, desde que se conocieron, él se preocupaba
demasiado por su bienestar y ella intentaba lo más posible de agradecer tales
actos de su amigo.
En ese lugar descansaría para al día
siguiente presentarse en el colegio comenzando su trabajo, además esperaba
estar preparada para lo que su respuesta traería a su vida.
El despertador hizo su trabajo levantándola
de la cama, después de una ducha y algo de almuerzo se encamino hacia el
instituto, sus nervios estaban al tope, pero sabía cómo manejarlos, en el
transcurso hacia su destino, los recuerdos volvieron a ella mientras admiraba
el hermoso paisaje que la naturaleza le ofrecía.
La pequeña Miyuki se encontraba tomando sus
clases normalmente, al ser llamada por la dirección todos en el aula se
sorprendieron, ella no era el tipo de niñas problema, ni siquiera hablaba con
sus compañeros, a excepción de Jung Soo, se dirigió a dicho lugar temiendo
nuevamente los reproches de su abuela, pero esta vez hablo su abuelo, ya que
dicha señora estaba en el sofá derramando lagrimas a mas no poder, lo cual le
pareció extraño a Miyuki, jamás la había visto en ese estado y sinceramente se
sentía muy mal por ella.
-Miyuki, te llamamos porque, tienes que
saberlo…- comenzó a hablar el abuelo, con la voz entre cortada- T-Tu padre
acaba de fallecer
Al escucharlo atentamente, Miyuki sintió que
el alma se le partía, que su corazón se había detenido unos instantes, ¿Cómo
era posible eso? Ella había salido de su casa siendo despedida por su padre,
¿Cómo es que la vida cambia en tan poco tiempo?
-Tuvo un accidente cuando iba de camino a
casa…- le explico el abuelo.
Parecía cruel dar esa noticia a una niña
pequeña, pero ella era diferente, a pesar de su corta edad, comprendía cosas
que ningún otro niño hacía, pero aun así, el corazón del abuelo no era tan
fuerte, se quebró más al ver las lágrimas que salían de los ojos de su nieta y
las cuales no tenían para cuando terminar, eso era de esperarse, si el no
lloraba de tal forma era porque quería verse fuerte para ellas, lo único que
pudo hacer fue abrazar a la pequeña, estrechándola con todas sus fuerzas para
aliviar un poco su dolor.
La voz del conductor del taxi en el que iba
diciéndole que habían llegado a su destino, la regreso a tierra, sin percatarse
de las lágrimas que corrían por sus mejillas, ese recuerdo era uno de los más
dolorosos de su vida, parecía que el destino la traía contra ella al arrancarle
las personas más amadas para ella.
Al bajarse del auto se detuvo un momento al
observar el edificio frente a ella, nada había cambiado durante todo ese tiempo
que ella estuvo lejos, giro su vista hacia lo que parecía más importante para
ella, como lo esperaba aún se encontraba ahí, igual de fuerte y hermoso, ese
árbol de cerezo, ese en el que guardaba el ultimo recuerdo de aquel pequeño
niño.
-¿Cómo es que te vas? ¿A dónde? ¿Por qué?-
interrogaba impaciente de respuestas el infante Jung Soo al haber sido
informado de labios de la pequeña Miyuki que estaba a punto de marcharse del
país
-Aun no lo sé- respondía tristemente la niña,
al igual que su amigo, sufría de solo pensar que estarían lejos, solo Dios
sabría si algún día podrían volver a encontrarse- Ni siquiera sé si volveremos,
yo no quiero irme, ¡no quiero!
-No llores, te prometo que te escribiré todos
los días, así sabremos el uno del otro, además, te prometo yo te esperare el
tiempo que sea, recuerda que hicimos un promesa de al ser grandes casarnos, no
lo olvides
-Está bien, yo también te escribiré diario y
volveré, no olvidare esa promesa nunca, lo prometo- sellaron su promesa al unir
sus meñiques y colocando su mano en el corazón.
-Señorita Cho, que bueno que ya está aquí- la
interrumpió el subdirector- El director me pidió especialmente recibirla, el está
indispuesto por ahora, por favor sígame.
El subdirector la acompaño hasta su
dormitorio, como el colegio estaba retirado de la ciudad le brindaban la
habitación para que no hubiera inconvenientes al llegar a clases, su
departamento sería utilizado en sus días libres.
Enseguida la llevo hacia su oficina, la cual
era más grande de lo que Miyuki se imaginaba y la cual contaba con todo lo
necesario para su estancia, antes de marcharse, el subdirector le informo sobre
las materias que impartiría, sabía de antemano que sería la clase de baile,
pero también le habían asignado la de inglés, idioma que manejaba a la perfección.
Al quedarse sola, dio un vistazo más
detallado a su oficina, llego a un estante de libros, mientras leía con
atención los títulos de estos, tomo uno para admirarlo más de cerca, de espalda
a la puerta no se percató que alguien había entrado.
-Buenos días, soy el profesor de música, Park
Jung Soo, tú debes ser mi compañera de oficina, ¿cierto?
Al escuchar ese nombre quedo helada de la
impresión, además de que sus fuerzas se habían esfumado en un segundo, dejando
caer el libro que sujetaba en sus manos, esperaba encontrarlo estando en Seúl y
creía estar lista para ello, pero ahora se daba cuenta que no era así.
-Miyuki, el abuelo quiere vert…- Min Ah,
prima de Miyuki, entro justo en ese instante- Oh mi amor ¿qué haces aquí?-
continuo ante la sorpresa de ver a Jung Soo también en ese lugar
Miyuki aprovecho esa oportunidad para salir de
ahí, evitando a toda costa ver el rostro de Jung Soo, su sola presencia le
causaba tantos sentimientos encontrados que no soportaría un segundo más estar en
ese sitio.
-¡¿Miyuki?!- exclamo Jung Soo
Al parecer Min Ah sabia de la llegada de
Miyuki y no le comento nada al respecto, era de esperar, siendo su esposa tenía
motivos para sentir celos de ella. Intento perseguirla pero Min Ah se lo
impidió, se sentía impotente de no poder hacer nada para hablar con ella, el
también tenía muchas preguntas que hacerle, pero si estaría como profesora,
tendría el tiempo que necesitaba para hacerlo.
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